Este es un año complejo para el libro. Sólo seis grupos editoriales concentran el 42% del mercado, el precio de cualquier ejemplar llega fácilmente a los $ 250, pero también faltan políticas culturales más claras de parte del gobierno de Mauricio Macri. Hablan los involucrados.
Por Gonzalo León
Hace unas semanas la Cámara Argentina del Libro (CAL) dio a conocer el Informe Anual de Producción del Libro: en él puede observarse que si bien la tendencia al alza en la inscripción de títulos se mantuvo –29 mil títulos: de ellos cinco mil fueron inscriptos en digital y sólo el 29% del total fueron de literatura–, se imprimieron muchos menos ejemplares, siendo la cifra más baja desde 2010. Además el 42% del mercado se lo reparten los grandes grupos editoriales, como Penguin Random House y Planeta. Es decir concentración editorial y menor cantidad de ejemplares, cosa que preocupa un poco a la presidenta de la CAL, Graciela Rosenberg, porque además la tirada promedio por título se redujo de 3 mil a 2.500 ejemplares, y se siente “cierta recesión en el mercado, pero somos optimistas y esperamos que haya un cambio, que haya una buena feria y que vaya mucha gente”.
La Feria del Libro, que se realizará entre el 21 de abril y el 9 de mayo, siempre es un buen termómetro para medir cómo viene la mano para lo que resta del año. Sin embargo es quizá el lugar donde precisamente mejor se ve la concentración editorial: los grandes grupos editoriales construyen grandes stands y acaparan la atención del público. Para Rosenberg, la concentración es preocupante, porque estos grupos editoriales “tienen un mayor nivel de exigencia en las librerías, con el fin de tener a sus autores mejor posicionados, y no va quedando lugar para el resto de las editoriales. Frenar la concentración de la industria del libro es imposible, porque son empresas multinacionales que tienen muchos sellos y se hace imposible competir”. El gobierno anterior tenía una activa participación en la industria del libro vía adquisiciones de títulos y subsidios, que si bien beneficiaba a grandes, pequeñas y pequeñas, impactaba más en estas dos últimas.
Además, la medida de restringir la importación de libros hizo que artificialmente se favoreciera a la industria gráfica local. El nuevo gobierno de Mauricio Macri fue un poco lento para determinar si ciertos planes continuarán. En contrapartida, eliminó rápidamente el control de plomo en tinta, “lo que favorece”, según Rosenberg, “la importación de libros, aunque hay que tener cuidado con la industria gráfica, ya que si hay grandes importaciones, podría verse afectada”. Otra medida que está trabajando el Gobierno con la Cámara Argentina del Libro es la eximición de la retención para las exportaciones. Como señala Graciela Rosenberg, “estamos trabajando en conjunto con el Gobierno para echar a andar Exportafácil”, que es un sistema que rige en varios países de América Latina y que consiste en una reducción importante en el costo de los trámites de exportación, aplicable a pequeñas editoriales que deseen exportar: “Hemos conversado bastante y estamos bastante avanzados”. Es decir, por el momento las medidas que ha tomado el gobierno actual están vinculadas al comercio exterior: importaciones y exportaciones. ¿Pero cómo impactará la importación de libros en la industria gráfica? Jorge Devitto, gerente de la Federación Argentina de la Industria Gráfica y Afines (Faiga), advierte que se dejó de importar “no por el contenido de metales en el impreso, eso se hace en países del Primer Mundo, es una norma ambiental y universal, por eso no se puede entender por qué la norma fue eliminada”. Lo que sí es claro es que a partir de que el Estado dejó de importar los libros de texto a China, Chile o a España, se imprimieron más libros en el país, lo que favoreció a la industria gráfica. Por otra parte, las imprentas han aumentado sus tarifas por el alza en las cuentas de la luz, “pero también por las paritarias que tuvimos”, observa Devitto, a quien lo que cobran las imprentas no le parece caro. Para el
editor de El Cuenco de Plata Julio Rovelli, en tanto, “la Faiga fue lo peor que hubo para la industria nacional, porque ellos llegaron a un acuerdo con el gobierno anterior para prohibir las importaciones”. La Faiga, aclara, no son los pequeños talleres, sino los grandes talleres, “que se están viendo afectados ahora porque hay editoriales, como Adriana Hidalgo, que ya imprime en China”.
En diálogo con PERFIL, el escritor Alberto Manguel, director aún no asumido de la Biblioteca Nacional, se refirió a las políticas públicas que el Estado debería tener hacia el libro: “Una política de compra de libros argentinos por parte del Estado me parece necesaria. También favorecen al libro nacional (indirectamente) las becas a escritores, el financiamiento de traducciones en el extranjero, y por sobre todo una ayuda a editoriales nacionales claramente ‘literarias’. En Francia se desarrolló una política de ayuda a este tipo de editorial con una suerte de appelation controlée, como para los quesos y los vinos. Las editoriales (y librerías) que recibían esta nominación se beneficiaban con una ayuda estatal”. En cuanto a los planes de fomento a la lectura que se pueden implementar desde el Estado advierte que esos planes “con fotos de Madonna y Maradona leyendo no convencen a nadie, y no hacen más que disfrazar la mala conciencia de gobiernos cuya prioridad es crear más consumidores –no de libros sino de basura–. Sin embargo, hay planes que han funcionado bien: en Colombia, en la India, en México por ejemplo”. Manguel será la persona encargada de dar el discurso inaugural de la versión 42º de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Y como bien aclaró la presidenta de la CAL, esto fue resuelto en noviembre pasado, mucho antes de su designación al frente de la Biblioteca Nacional.
¿Qué políticas de fomento al libro seguirán y cuáles terminarán? PERFIL se comunicó con la oficina del ministro de Cultura, Pablo Avelluto, habló con una asesora, pero al final no hubo respuesta. Lo mismo sucedió con la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip), dependiente del Ministerio de Cultura, con el fin de hablar con el presidente de la institución, Leandro de Sagastizábal; sin embargo, tampoco hubo respuesta por encontrarse viajando, primero a Rafaela y luego a Alcalá. La Conabip, durante el gobierno de Néstor Kirchner primero y luego de Cristina Fernández, fue un importante promotor de la industria del libro. Hasta el año pasado organizaba el Encuentro Federal de la Palabra, que reunía a escritores, editoriales y poetas argentinos en el predio de Tecnópolis y que hizo el amague de competir con la Feria. Si bien esto se canceló, el Programa Libro %, que consiste en un subsidio para que las bibliotecas populares de todo el país puedan viajar a la Feria y adquirir material bibliográfico, continúa y se realizará en el recinto de La Rural los días 29, 30 de abril y 1º de mayo. Así que nuevamente se verá recorriendo el recinto de La Rural a los bibliotecarios.
Por otro lado, Gastón Etchegaray, presidente corporativo del grupo editorial Planeta, piensa que no hay que olvidarse de las erráticas políticas que se implementaron a lo largo de años y “que no han favorecido el crecimiento del mercado interno y en especial el del mercado exterior”. Pese a ello, agrega, “el libro argentino está muy bien considerado dentro del área hispanohablante y durante muchos años ha sido líder en los países de Latinoamérica”. Si bien Planeta fue una de las editoriales a las que el Estado le ha comprado libros, “no tenemos una gran dependencia de él”. Eso, en todo caso, no es lo que ha favorecido el desempeño de Planeta Argentina, que ha ido mejorando año a año, pese a la crisis que vivió la casa matriz en España. Han sido principalmente las casas de México, Colombia, Brasil y Argentina las que en estos últimos años le han permitido mantenerse entre los diez grupos editoriales que más facturan en el mundo. Las últimas cifras de la CAL indican que Penguin Random House y Planeta imprimieron el 30% de los ejemplares en 2015 en Argentina. Esta concentración, para Etchegaray, constituye “una tendencia que se ha producido en los últimos 20 años, y que también se viene notando en el sector de las librerías. Lo importante es que la diversidad de autores y temáticas esté disponible al alcance del público lector. También en los últimos años se ha venido notando la aparición de pequeñas editoriales que se están consolidando en el mercado gracias al trabajo y talento de sus propietarios”.
Pablo Braun, director general del Festival Internacional del Libro de Buenos Aires (Filba) y propietario de la librería y de la editorial Eterna Cadencia, nunca ha esperado nada del Estado, porque entiende que “ésa es la manera más sostenible de trabajar en el tiempo, pero la industria editorial necesita ayuda”, sobre todo en un contexto inflacionario como éste, donde los bienes culturales son los primeros en verse afectados en su consumo. Según sus cifras, entre enero y febrero de este año las ventas de la editorial cayeron en un 20%, la librería se mantuvo estable, pero no es muy optimista con el futuro, ya que “todas estas subas van a pegar fuerte en el consumo y la industria del libro lo va a sentir, porque la gente no deja de consumir fideos pero sí de comprar libros. Sería bueno que se pare la inflación para que el consumo se estabilice”. Este contexto inflacionario ha hecho que el precio de los libros suba: las novedades para mayo están en el orden de los $ 220, y son libros de menos de 200 páginas. Para él, no sería raro tener en el segundo semestre precios superiores a $ 250, y eso en el segundo semestre podría seguir aumentando. Aunque lo que más le preocupa a Braun es que aún no haya medidas concretas, entiende que es un gobierno que recién lleva cuatro meses, que recién se está acomodando, que en la administración del Estado hubo recortes y que Cultura cuando hay estos recortes es la que más sufre, pero le preocupó por varias semanas que “el Gobierno de la Ciudad demorara tanto en reactivar la Ley de mecenazgo, ya que el Filba Internacional depende de eso”. El Filba, que lleva haciéndose desde el 2010 y año a año fue ampliándose y creciendo a otros países, ya había cortado la sede de Chile a principios de año. Este año sólo se hará en Montevideo y Buenos Aires.
Pero lo dicho por Braun deja abierto un interrogante y es cuál debería ser el precio de venta al público de os libros. Algunos multiplican el costo de producción por cinco, otros por siete y otros por diez, depende de la editorial y del momento económico que se esté viviendo. Julio Rovelli así como otros editores de sellos independientes son partidarios de “mantener precios relativamente bajos en relación a lo que son las multinacionales, ya que los precios que manejan Planeta y Random son muy caros”. El problema es que ningún libro está por debajo de los $ 250, o muy pocos, y siguen aumentando, de ahí que el desafío que plantea Rovelli es “no llegar a un escenario de inflación pero además de pérdida significativa de las ventas”. Por ejemplo, la traducción del Ulyses, el gran trabajo que dejó Edgardo Russo para El Cuenco de Plata, está en torno a $ 300. Pero el problema de los precios además de la multiplicación de los costos de producción también está dado por el papel y en Argentina hay dos productoras de papel, “aunque en realidad hay una sola, que es la que tiene el monopolio”. Y a la hora de imprimir el asunto es conocido: “Si imprimís pocos ejemplares, el precio termina siendo alto”.
Ante este escenario es menester saber cuáles son las políticas del Gobierno frente al libro, y en esto Julio Rovelli coincide con Alberto Manguel en cuanto a que el Estado debe constituirse nuevamente en un comprador importante: “En muchos países el Estado es el mejor comprador de libros, el gobierno anterior compró mucho, pero ahora recién la CAL se reunió con el Ministerio de Educación para ver si se retoma esta política”. No es menor la compra que hacía el Estado y distribuía en establecimientos educacionales de todo el país, ya que eran 16 mil ejemplares por título, pero “por el momento no hay ninguna política de este gobierno”.
Ante la proximidad de la Feria Internacional del Libro y de la participación del Cuenco de Plata ahí, Rovelli es claro: “Preferimos dedicarnos a editar libros que a ir a la Feria. Vamos solamente para nuestros compradores en el extranjero”. La Feria siempre sirve para algo: para hacer negocios, para encontrar en un solo lugar lo que en condiciones normales ameritaría un buen recorrido por toda la ciudad y también, como en esta versión, para ver cuál es la literatura de la ciudad invitada: Santiago de
Compostela.
Más independientes que nunca
G.L.
Pese a que éste no es un año prometedor, por primera vez en la Feria habrá tantos stands dedicados a la edición independiente. A los ya habituales de Los Siete Logos (Beatriz Viterbo, Caja Negra y Eterna Cadencia, entre otros), Sólidos Platónicos (Aquilina, Godot, Fiordo, Sigilo, etc.), Todo Libro es Político (Milena Caserola, Cebra, etc.), ahora se unen dos stands más. Se trata de La Sensación, que agrupa a Mansalva, Blatt & Ríos, Iván Rosado y Caballo Negro, que tiene la particularidad de ser una feria de libros independientes que se hace periódicamente en Villa Crespo. Mansalva tiene más de cien títulos y Blatt & Ríos cerca de cincuenta, mientras que Iván Rosado y Caballo Negro deben ser las editoriales más interesantes del interior. De ahí que Damián Ríos, editor de Blatt & Ríos, se anime a decir: “Tenemos experiencias en común y afinidad en los catálogos y también en cierto modo de pensar la edición. Somos todas editoriales jóvenes que publican los mejor de la literatura nacional y las mejores traducciones, tanto en ficción como en ensayo”. Si bien los títulos de estos sellos han estado en otras versiones de la Feria, ya sea en stands de distribuidoras o librerías, es “nuestra primera experiencia con stand propio, que tendrá como autores de cabecera a Fogwill, César Aira, Hebe Uhart y Elvio Gandolfo”. Los precios variarán entre los $ 90 para aquellos títulos fuera de catálogo y los $ 500, “aunque la mayoría estarán a $ 150”.
Para Víctor Malumian, de Ediciones Godot y de Sólidos Platónicos, la Feria en un stand chico y de forma colectiva es rentable, pero además “te permite un contacto directo con lectores de otro tipo que no on, necesariamente, los que concurren a las ferias de corte más independientes. Vienen lectores donde quizás éste evento es uno de sus pocos contactos con el libro durante el año. Ese público es un desafío para nosotros”. Por otro lado, cree que este espíritu asociativo de las editoriales independientes da mucho para pensar, sólo así se pueden solventar los gastos de un stand que incluyen la construcción, el montaje, el aseo y la limpieza, sin contar con la atención que en la mayoría de los “stands independientes” lo hace la misma gente de estas editoriales.
La Coop, por su parte, es el otro nuevo stand independiente que estará presente; se trata de una cooperativa de editoriales pequeñas, de ahí su nombre, y al igual que La Sensación ocupará el Pabellón Azul, y la integran, entre otras, Alto Pogo, China Editora, Conejos, Paisanita y Vox.
Fuente: Perfil