Un llamado, un monólogo abierto a la pregunta y una escritora que interviene del otro lado del teléfono desde una primera persona que viene de otra dimensión, la de la muerte, configuran la original propuesta «La biblioteca sonora de las mujeres», un ciclo que transcurre en una conversación telefónica y que repone biografías y bibliografías de escritoras como Simone de Beauvoir, Alejandra Pizarnik o Salvadora Medina Onrubia, a partir de textos escritos por dramaturgas contemporáneas e interpretados por actrices argentinas.
Suena el teléfono y del otro lado una voz. Es la poeta Alejandra Pizarnik interpretada por la actriz Pilar Gamboa a partir de un texto de la dramaturga argentina Cynthia Edul, que se inspira en los diarios y la correspondencia. No es una grabación, todo ocurre en vivo como una suerte de monólogo que habilita la pregunta y la respuesta tomando como soporte lo sonoro en la era podcast y el viejo radioteatro para configurar una experiencia distinta: una conversación telefónica mano a mano, que dura entre cinco y diez minutos. Así como con Pizarnik, lo mismo ocurre con la francesa Simone de Beauvoir en la voz de Selva Aleman sobre un texto que escribió la suiza Julie Gilbert, la dramaturga que dio vida a esta biblioteca sonora en su país, en cuya propuesta se inspiró la adaptación local.
Ese cruce entre género, literatura y teatro, que recupera autoras fundamentales para hacerle un poco de mella al canon patriarcal que tradicionalmente ha invisibilizado o relegado las obras escritas por mujeres que se metieron en los márgenes y fueron contra lo establecido, puede leerse como equivalente de la tríada escritora-dramaturga-actriz que construye esta apuesta interrelacionada, impulsada por la coreógrafa Valeria Kovadloff y la actriz Malena Solda, en el marco de Proyecto Prisma.
«La biblioteca sonora de las mujeres», que se desarrolla de julio hasta octubre de este año los días viernes, sábado y domingo, surge de una puesta de la dramaturga suiza Julie Gilbert, que pensó esta obra de manera presencial, como una instalación performática con teléfonos y libros. Lo que hicieron Kovadloff y Solda fue adaptar esa propuesta a la pandemia y a la Argentina: en vez de instalación, se agendan llamadas telefónicas y en la web de Proyecto Prisma se pueden consultar las biografías y obras de las autoras (proyectoprisma.net).
En diálogo con Télam, Kovadloff cuenta que «el proyecto tiene dos dimensiones: una más informativa y de divulgación de la vida y obra de estas escritoras y de estas otras artistas más contemporáneas que las interpretan. Y la otra dimensión son las activaciones de llamados telefónicos con la cualidad específica de ser uno a uno. O sea, la actriz llama a cada espectador en particular. No son funciones masivas como en el teatro; esto tiene un horario y una temporada acotada para cada actriz».
Ese día que se reserva en agenda a través de la web de Proyecto Prisma, la escritora hace su llamada: «Los monólogos duran un promedio de 6 o 7 minutos y un poco esos textos están construidos como recorrido por la vida y obra de estas escritoras. La idea es que sean las propias escritoras que vienen de la muerte a hablar con lectores o gente que la quiere conocer. Esos monólogos están capturando lo que las dramaturgas interpretan como algo de su tono, de su espíritu», dice la coreógrafa y gestora cultural.
Así de julio a octubre habrá dos autoras por mes, una internacional y otra argentina, de modo que durante esos meses se prevén ocho teléfonos interpretados en vivo por actrices argentinas contemporáneas. Un agregado de valor a esta puesta es que una vez que la gente pauta una llamada, debe llenar un formulario mediante el cual se toman algunos datos para armar la cita.
Además de Pizarnik (1936-1972) y de Beauvoir (1908-1986) durante julio, en agosto estarán la poeta, periodista y anarquista Salvadora Medina Onrubia (1894-1972) con texto de Maruja Bustamante y actuación de Cristina Banegas, mientras que la llamada de una autora no local, será con la escritora afroamericana y feminista Audre Lord (1934-1992), a partir de la dramaturgia de Dorothée Thébert y el trabajo de interpretación a cargo de Mónica Raiola.
En el mes de septiembre estará Safo, la gran poeta griega de lo siglos VII y VI antes de Cristo, con adaptación dramatúrgica de Sarah Jane Moloney y actuación de Laura Azcurra, en tanto que la poeta pampeana Olga Orozco (1920-1999) será interpretada por Graciela Dufau a partir de un texto de Patricia Zangaro. Finalmente. En octubre la escritora estadounidense Sylvia Plath (1932-1963) resurgirá en la interpretación de Alexia Moyano sobre un texto de Solenn Denis, mientras que la escritora y docente nacida en Moreno, Hebe Uhart (1936-2018), estará en la piel de Mirta Busnelli a partir de un texto de María Marull.
La selección de autoras se basó en un criterio de amplitud en cuanto a géneros, variedad estilística y procedencias. Eligieron a esas cuatro argentinas -Pizarnik, Medina Onrubia, Uhart y Orozco- porque «nos resultan fundamentales en el aporte a la literatura argentina como al feminismo», cuenta Kovadloff. «Si bien no todas ella se han identificado como feministas, creemos que toda mujer por el hecho de llevar adelante una profesión en un ámbito en el que no son reconocidas las mujeres, de por si encaran una posición feminista de seguir su deseo y su necesidad más allá del contexto y de lo que las habilite el entorno», sostiene.
Con texto de la dramaturga Cynthia Edul e interpretación de Pilar Gamboa, la poeta Alejandra Pizarnik inaugura la impronta local de este ciclo que recupera y visibiliza la obra de alguna escritora o pensadora ya muerta pero cuya obra sigue activa a resignificaciones, mas en épocas donde los feminismos proponen revisar la administración de nombres, obras y autores en el canon patriarcal. Y allí están están ellas, como tantas otras invisibilizadas o colocadas en segundo lugar para no alterar los principios de la dominación masculina: escritoras fundamentales con obras en las que su identidad de género no funciona como lectura biologicista sino como enunciación desde un cuerpo que por su opresión histórica observa y escribe el mundo desde una perspectiva disidente, incómoda, íntima.
Edul empezó a trabajar con la voz de la poeta «sabiendo que ella siempre hacía mención a sensaciones que la ligaban con zonas inefables (el origen de su dolor, sus antepasados, el origen de su ´Angst´, como lo llamaba ella). La puerta a eso la encontré en los Diarios y en su Correspondencia. Ahí se me hicieron más visibles estos temas recurrentes, a lo largo de toda su vida, muy ligados también a la razón de escribir y al ser escritora».
Se refiere a «la persistencia del dolor, la escritura como un camino de acceso a la verdad, las zonas de conexión con les otres, la dimensión arcaica de la familia, la percepción del puro presente (la luz, los pájaros, los árboles), esa inmanencia entre el adentro y el afuera, son temas que se pueden recorrer a lo largo de todos sus Diarios. Pensé que Alejandra volvía por un rato a una de las habitaciones en las que había vivido y encontraba los Diarios, conservados por sus amigas. Esos Diarios son una puerta de acceso a su vida. Pero también la quería sacar de ese lugar tan duro en el que se la conservó como poeta (el suicidio, sus frustraciones) y que el monólogo fuera un pasaje a lo que ella persiguió toda su vida, que era esa pura conexión con lo evanescente».
Del otro lado del tubo la que «habla» es la autora del relato «La condesa sangrienta» pero la que interpreta es Pilar Gamboa. La actriz destaca de este papel y del proyecto «la posibilidad de volver a una llamada telefónica y a la palabra como conductor absoluto de las sensaciones y al sonido» y señala que se trata de una experiencia «muy gratificante» porque vuelve «a lo simple de la voz en el teléfono. De atender y que haya palabras para ser oídas y nada más que eso. Me parece que es casi como un haiku de emoción, un texto corto y precioso para ser escuchado».
Para la actriz es también muy «emocionante» volver sobre los diarios de Pizarnik que ella leyó de pequeña: «Es una poeta que una lee en la adolescencia y que en realidad debería leer una vez por año, volver a sus poesía, a esos diarios llenos de ironía, humor, oscuridad, simpleza, vericuetos de las palabras, de las perras palabras, como dice en un momento», señala Gamboa.
En este punto, Edul no cree que haya sido colocada «exclusivamente» como lectura iniciática pero sí que fue encasillada como «la poeta maldita, la poeta de culto. Y Pizarnik era mucho más de lo que la cultura de su época y de esta época puede leer en ella. Era una poeta de avanzada, de avanzada en el sentido del compromiso con la literatura, del lugar en el que tenía a la literatura. Muy pocos escritores tienen a la literatura colocada en el lugar en el que Pizarnik la tenía. Ese compromiso diario, de trabajo, de estudio, de escritura y lectura, de estar presente en otros poetas y escritores, de sentir que se le juega algo fuerte en su hacer, ese compromiso es muy poco frecuente», piensa.
En este sentido, Edul sostiene que «fue más fácil encasillarla para que ese espejo no nos hiciera muchas preguntas» y asegura que «Pizarnik fue una víctima de su época en todos los sentidos. Era un campo cultural extremadamente conservador y cómodo para semejante poeta. Revisitar hoy a Alejandra Pizarnik es leerla por fuera de esas etiquetas que la limitaron y ponerse frente a los desafíos que supusieron su vida y su obra».